El trabajo artesanal está desapareciendo. Ceramistas, sopladores de vidrio o ebanistas, por poner algunos ejemplos, escasean cada vez más, y con su desaparición se aniquilan las largas tradiciones refinadas a lo lardo de los siglos. La electrónica y robotización del proceso productivo eclipsa la mano del ser humano como herramienta fabricante. El homo faber deja paso al homo ciber. Qué gran paradoja que en la era digital sea el dígito de la mano lo que está desapareciendo del mundo laboral.
Plexus interroga la mano del artista como origen de la obra de arte. Las manos que se ven en la obra – las del propio artista – forman un cortinaje de dígitos tejiendo en el aire. Los ritmos de las manos pueden recordar a las coreografías de Busby Berkeley y Esther Williams del cine estadounidense de entre guerras, o a la utilización del soldado como ornamentación masiva en los desfiles de Núremberg durante el Tercer Reich. Las manos, tan presentes en la historia del arte desde las primeras pinturas rupestres, aparecen aquí arrastradas por infinitos ritmos sincronizados, evocadores de los nuevos procesos productivos del mercado global.
Un influencia importante en esta obra son los estudios de movimiento humano de los fotógrafos Muybridge o Marey, así como los efectos ópticos del zootropo, que conseguían poner en movimiento sucesivas imágenes estáticas. Si en estas imágenes precinematográficas el ser humano se estaba acoplando a los ritmos mecánicos del momento – de los cuales la fotografía y el cine eran un producto – en el presente el ser humano se está reescribiendo para sincronizarse con los nuevos rigores de la sociedad electrónica. Plexus me invita a reflexionar sobre como deseo incorporarme, o resistirme, a los imparables ritmos digitales, y a buscar mi huella en la Era Electrónica.
Medio: Pantalla de retina de 75 pulgadas, animación generativa, ordenador.
Dimensiones: 167,6 x 96 x 5,8 cm
Plexus interroga la mano del artista como origen de la obra de arte. Las manos que se ven en la obra – las del propio artista – forman un cortinaje de dígitos tejiendo en el aire. Los ritmos de las manos pueden recordar a las coreografías de Busby Berkeley y Esther Williams del cine estadounidense de entre guerras, o a la utilización del soldado como ornamentación masiva en los desfiles de Núremberg durante el Tercer Reich. Las manos, tan presentes en la historia del arte desde las primeras pinturas rupestres, aparecen aquí arrastradas por infinitos ritmos sincronizados, evocadores de los nuevos procesos productivos del mercado global.
Un influencia importante en esta obra son los estudios de movimiento humano de los fotógrafos Muybridge o Marey, así como los efectos ópticos del zootropo, que conseguían poner en movimiento sucesivas imágenes estáticas. Si en estas imágenes precinematográficas el ser humano se estaba acoplando a los ritmos mecánicos del momento – de los cuales la fotografía y el cine eran un producto – en el presente el ser humano se está reescribiendo para sincronizarse con los nuevos rigores de la sociedad electrónica. Plexus me invita a reflexionar sobre como deseo incorporarme, o resistirme, a los imparables ritmos digitales, y a buscar mi huella en la Era Electrónica.
Medio: Pantalla de retina de 75 pulgadas, animación generativa, ordenador.
Dimensiones: 167,6 x 96 x 5,8 cm